De Escuelas, Telefonía Celular y Daños a la Salud
A poco más de treinta años de la reunión de Estocolmo sobre “El Hombre y su Ambiente” y a doce de la “Cumbre de la Tierra” en Río de Janeiro que reunió a los presidentes de muchos países, excluyendo como siempre a EUA, conviene recordar la firma del documento de compromisos para mejorar el ambiente y el desarrollo llamado “Agenda 21” que en 1992, integró para tal fin, cuarenta “Capítulos”, divididos en cuatro partes. La primera abarca del capítulo dos al ocho, sobre la “Dimensión social y económica”; la segunda abarca del capítulo 9 al 22 sobre la “Conservación y manejo de recursos”; la tercera del capítulo 23 al 32 sobre la “Intensificación de las funciones de los grupos mayoritarios” y la cuarta del 33 al 40 sobre “El significado de la ejecución”.
A doce años de distancia no podemos decir que los países ricos ni mucho menos los pobres, hemos cumplido con dichos compromisos. A países como el nuestro, en pleno analfabetismo científico y con tanta población de jóvenes, deberían preocupar sobre todo los capítulos que se refieren a la parte tres, entre los cuales mencionamos: “Niños y jóvenes en el desarrollo sustentable, Científicos y técnicos, Ciencia para el desarrollo sustentable y Educación, capacitación y sensibilización pública“, que se refieren básicamente a la educación y la aplicación de la ciencia y la tecnología al bienestar humano. Al rezago anterior se han venido a sumar nuevos problemas, como al que nos referiremos a continuación, relacionado con la apertura comercial irrestricta que, frente a una galopante globalización y en aras del mercado, privilegia en la actualidad, al capital privado nacional o internacional en detrimento del bienestar social.
El problema se refiere al hecho de que, para allegarse dineros adicionales a los que corresponden regularmente por sus funciones socialmente asignadas, cada vez más escuelas y hospitales rentan sus azoteas o toleran en su cercanía la instalación de antenas o bases de antenas de telefonía celular o móvil. Ante la indiferencia de las autoridades locales y federales, este tipo de antenas (junto con subestaciones eléctricas y torres de alta tensión), siguen instalándose o funcionan sin control, en o cerca de las escuelas u otras instituciones infantiles y de salud. No son inocuas y sus “radiaciones” (campos electromagnéticos) sí pueden llegar a inducir efectos dañinos para la salud. A menor edad y menos defensas orgánicas, más daño.
No, no se ha verificado al 100% que los “campos electromagnéticos” CEM, o EMF en inglés, sean dañinos para la salud, pero tampoco se ha demostrado al 100% que no lo sean. Ante la duda, la OMS (Organización Mundial de la Salud), el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), otras seis organizaciones internacionales, cuarenta autoridades nacionales y siete centros de investigación reunieron tres millones de dólares para desarrollar el “Proyecto EMF” iniciado en mayo de 1996 y que terminará en 2005. Indaga a profundidad el problema. Urgen datos y claro, los físicos preguntarán: ¿De qué frecuencias estamos hablando? ¿A qué distancias? ¿Hay datos experimentales? ¿En humanos? ¿Niños?… ¡Por favor!… ¿Vamos a discutir frecuencias, longitudes de onda, megahertzios, radiaciones ionizantes y no ionizantes antes de tomar decisiones? ¿O esperaremos hasta aplicar la mexicanísima técnica de “tras niño ahogado tapar el pozo”?.
Para el autor no hay duda de que la ciencia va para atrás en México. Falta plata. Sí, pero también falta sensibilidad social en muchos científicos nacionales y dirigentes, sólo interesados en el SNI, el “Science Citation Index” y los puntos para su curriculum. Sobre todo, falta capacidad de decisión política oportuna.
Aunque la Academia Nacional de Ciencias (1996) y los Institutos Nacionales de Salud en Washington (1999) señalaron que es poca la evidencia del daño para ciertas frecuencias, el grupo del Dr. Doll de Oxford, señaló el año pasado que sí hay un efecto a tomar en cuenta y que más de 500 casos de leucemia infantil al año que registra Gran Bretaña, “podrían guardar relación con los CEM”.
Es evidente que hay muchos intereses económicos en este asunto de la telefonía celular –tanto por la vía de la “oferta” como de la “demanda”– pero debe reiterarse que la información disponible apunta a la no inocuidad de los CEM. Desde los estudios del Instituto Karolinska en Suecia, que analizaron 127 000 niños y jóvenes que vivieron 25 años cerca de torres de alta tensión, pasando por los del grupo de la Universidad de Bristol y Chapel Hill en Carolina del Norte que mostraron daño en los sujetos o los de Henry Lai de la Universidad de Washington que en 1999 sorprendieron al comprobar científicamente la pérdida de memoria de largo plazo en ratas sometidas a ciertas frecuencias de campos electromagnéticos; vienen a sumarse también los juicios de Murcia, Venecia, Tenerife y Madrid, promovidos por personas o juntas de vecinos que se vieron afectados en su salud por las antenas, hasta el reciente y escandaloso caso del Colegio “García Quintana” en Valladolid, España, todos han presentado indicios de afectación de la salud bajo diferentes modalidades. Este caso contrasta sobremanera con el atrevimiento de algunas instituciones educativas mexicanas que instalaron antenas en sus edificios asumiendo una gran responsabilidad.
Por lo pronto, algunos fabricantes de teléfonos celulares han modificado sus aparatos de manera que la antena receptora aleje la captación de la señal lo más posible de la cabeza mientras otros llegan hasta ofrecer protección completa “a prueba de cáncer”. No es trivial señalar en este punto que el cerebro del niño tiene, peso por peso, proporcionalmente mayor contenido de agua que el del adulto y por ello, quizá es más susceptible; las ondas penetran más.
El neologismo de “electrosmog” acuñado recientemente para explicar lo que también se llama “el síndrome de las microondas” (que apunta, insistimos, a un mayor daño a los niños) parece tener muy sin cuidado al titular de la SEP (Dr. Reyes Tamez), así como a los respectivos titulares de la SSA, SEMARNAT y Secretaría del Medio Ambiente del DF. Esperamos que a este grupo de notables no se les recuerde en el futuro por haber permitido se disparara a la alza de la tasa de leucemia infantil en México ¿Cómo andaremos de estadísticas en este campo de la salud?
Debería haberse formado ya un grupo interinstitucional e interdisciplinario que atendiera el problema, empezando por hacer un recuento y directorio de las escuelas, hospitales e instituciones infantiles que están en esta situación. También las comisiones respectivas de Ciencia y Tecnología y de Salud y Medio Ambiente de las Cámaras baja y alta del Congreso de la Unión, deberían de haber tomado en cuenta ya los intereses de la ciudadanía al respecto y sobre todo, antes de zambullirse en el estudio del tema, conceder el beneficio de la duda a favor de los niños, propugnando por la suspensión inmediata de la operación y construcción de antenas de telefonía celular en un radio no menor de 300 m alrededor de hospitales, guarderías y edificios escolares.
Por supuesto, faltan normas y reglamentos en este campo, y es una pena ver en las páginas respectivas en internet que para el caso mexicano se reporta: “No se dispone de información”. ¿Y la Comisión Federal de Telecomunicaciones –COFETEL– que trabaja la nueva ley? ... Bien gracias!