El Aviador
Acabo de ver la película de Martin Scorcese, El Aviador, que me pareció muy buena. El guionista John Logan realizó un trabajo magnífico para concentrar la vida aventurera, creativa y dañada psicológicamente de Howard Hugues. Los primeros cinco minutos del film asi como los últimos cinco, son claves para poder entender al personaje central. La ambientación general, la música, el vestuario y las locaciones -como toda pelicula de muchos recursos- son extraordinarios. Para los que hoy somos viejos nos trae a la memoria las años de la infancia.
Qué importante es este film para comprender que aún bajo las mejores intenciones, los padres podemos dañar irreparablemente a los hijos, y viene a mi memoria el texto del glan novelista Saint-Exupery en 'Tierra de Hombres' cuando al viajar de Francia a Polonia miraba a cientos de hombres y mujeres apretujarse en un vagón de ferrocarril: 'Me senté frente a una pareja con un niño que dormia... en el sueño diose una vuelta y su rostro se me apareció bajo la bombilla... ¡que carita más adorable!... a la pareja le había nacido una especie de fruto dorado y de sus ropas miserables había salido aquel milagro de encanto y gracia... me incliné y me dije -he aquí un rostro de músico, he aquí a Mozart niño, he aquí una promesa de vida- protejido, cultivado, ¡qué no podría llegar a ser!... cuando en los jardines nace una rosa nueva, todos se conmueven y se la aisla, se le cultiva, se le favorece... pero no existe un jardinero para los hombres. Mozart niño será marcado como los demás por la máquina de estampar, Mozart será muy feliz escuchando música podrida. Mozart está condenando...
Me atormenta el punto de vista del jardinero de que un poco en cada uno de los hombres, Mozart es asesinado.
Para nosotros, en México, como seguramente para muchos otros paises Latinoamericanos y 'en vias de desarrollo', no es necesario, como para Saint-Exupery, tomar el ferrocarril y pensar en un jardinero de niños. Tampoco es tan necesario ir al cine a ver la última superproducción de Hollywood y traer a la mente la necesidad de un jardinero de niños.
Basta tomar un transporte público, deambular por la calle, observar un arrabal, con esas caras y miradas de niños olvidados... apretujados, jaloneados, hambrientos, sucios y acosados por los embates de la cultura chatarra, por las historietas cómicas para semi-alfabetas, y por la publicidad del vicio.