Varsovia, Coyoacán y la destrucción autoritaria del espacio cotidiano
Hay ciertos espacios urbanos que son sagrados para las naciones; seria impensable, por ejemplo, permitir la destrucción bajo cualquier circunstancia del área de Westminster en Londres, de la zona de la Acrópolis en Atenas, de los barrios de Georgetown en Washington, D.C., Laranjeiras en Rio de Janeiro o de Montmartre en Paris... son parte y esencia del orgullo nacional.
Bajo esta perspectiva ningún caso destaca más que el de Varsovia la Vieja y el intento de su destrucción por los alemanes durante la segunda guerra mundial.
Varsovia es la única ciudad en el mundo que ha tenido un plan Ad-Hoc a ser destruida o, en términos hitlerianos de 1939-1945, para ser ‘trasformada’ en una ciudad nazi. En efecto, un bufete de arquitectos de Wursburg, Alemania elaboró el ‘Plan Pabst’ que se encontró por casualidad cuando la liberación de Polonia, al término de la segunda guerra mundial. Como la esencia del Plan era la reducción de la población varsoviana en un 90% y borrar de la memoria histórica toda huella de la cultura polaca, lo que encontraron a su regreso los habitantes, fue una ciudad arrasada. Los sobrevivientes de Varsovia, la capital, desde el clandestinaje habían mantenido, no obstante, la llama de la historia polaca, se transmitió a los escasos niños del lugar lecciones sobre la música, el idioma, las costumbres y el entorno de su ciudad en una especia de ‘contra plan’ para la trascendencia de su cultura.
Con la huida de las tropas alemanas, regresó la libertad y de inmediato, con escrupulosidad de cirujano, todo dibujo, fotografía, grabado o recuerdo visual de la Varsovia ‘de antes’ fue apartado para la reconstrucción pos-bélica; cualquier espacio, construcción, barda, árbol, rincón o callejón que formara parte del objeto de amor cotidiano de los habitantes era elevado a la consideración del Comité de Restauración correspondiente. Surgió un dilema: ¿qué salvar para la posteridad? ¿qué restaurar? ¿qué cosa no tenía remedio y debería ser reemplazado por algo nuevo?
Gran contribución para la restauración de la ‘Vieja Varsovia’ y su plaza, el Stare Myasto, fueron las acuarelas de aquel pintor que antes de la guerra y domingo a domingo salía en busca de rincones bellos de su amada ciudad y que en viendo venir las hordas nazis pudo salvar sus grabados. Las discusiones de los comités se hacían interminables...pero valió la pena. Se trataba de restablecer con carácter prioritario los lazos de afecto entre el ciudadano y su entorno cotidiano, base de la trascendencia histórica y la cultura social...¡Varsovia permanecerá! Era la consigna después de años de guerra y clandestinaje.
¡Qué contraste con el tratamiento dado en años recientes al Coyoacán Histórico! Se salvó durante la invasión española –tanto les gustó a los invasores que aquí hicieron sus casas-, de la invasión yanqui –aunque desde la torre de la iglesia espiaran los movimientos del Gral. Anaya y su tropa- así como la francesa. No es posible relatar en tan corto espacio toda la historia ‘que pasó’ por aquí.
Hasta hace pocos años Coyoacán era considerado como el edén terrenal (huertas, jardines y manantiales) por las celebridades de la Historia Patria y más allá, que escogieron el ‘lugar de coyotes’ como sede de su buen vivir, desde Hernán Cortés y la Malinche hasta Emilio ‘El Indio’ Fernández, pasando por Frida, Diego, Dolores. Trotsky y muchos otros. No podemos decir que el lugar lo alcanzó un plan nazi para la destrucción, pero sí es evidente que lo alcanzó la ‘modernidad’ y la ‘globalidad’ atropellante que a través de delegados políticos del gobierno de la ciudad y sus colaboradores, lo empezaron a mutilar con avenidas y ejes viales; a cercenarle espacio sobrevivientes, a quitar y poner ‘cultura’ ...¿ahora qué embellecemos, Sr. Delegado? dijo alguna vez Jorge Ibarguengoitia.
Sobrevive aún la calle de Francisco Sosa en el centro antiguo del lugar, considerada en encuestas a turistas, la más bella de la Ciudad de México, sobreviven también algunos callejones como el de Montecristo y el del Aguacate, pero ¿por cuánto tiempo más? Se habla de un Hotel de varias estrellas en el viejo barrio...¿porqué no? si ya llegó Avon Cosmetics y otras empresas transnacionales, después oficinas semiclandestinas de rentas colosales, funerarias, agencia automotrices, a hurtadilla más y más ‘uso del suelo’, ambulantaje a granel unos encima de los otros, antros y discotecas...las feas y dañinas antenas de telefonía celular proliferan ya indiscriminadamente en Coyoacán...abajo la casa compartida entre Dolores del Rio y Salvador Novo....¡cronista de la Ciudad de México! A venta, la casa del ‘Indio’ Fernández (¿qué sorpresa nos deparará?) ... ‘Desarrollos Turísticos’ del Delegado en turno.
En el pasado reciente algún delegado plantó estatuas de Ponzanelli hasta en el atrio de la histórica iglesia de San Juan Bautista en el centro de la villa y las bellas encueradas de Coyoacán hubieron de ser reubicadas. Hoy se nos vuelven a ‘plantar’ esculturas ‘postmodernas’ totalmente fuera de contexto en lugar de árboles que se derribaron, tan necesarios.
¿Porqué la manía de esculturizarnos apropiándose autoritariamente de un espacio visual tan añejo? ¿A qué costo? De un golpe de cercenó así el camellón central que ya dejo de ser ecuestre hasta hace unos meses en que todavía lo utilizaba quizá el último jinete a caballo de aquel camino...¿porqué no ese optó mejor por una ciclo pista bordeada de árboles, única y bella? En la esquina de marras a que nos referimos –M. A. De Quevedo y Zaragoza- menos árboles y más anuncios comerciales parece ser el lema.
No, no duelen las esculturas en sí, que habrá a quien le gusten, ni el uso del erario público, lo que sí duele es la apropiación autoritaria del espacio cotidiano que al contrario del ejemplo de Varsovia, nos alieniza más y más de nuestra raíces y nos hace indiferentes a lo que sucede a nuestro alrededor, estimula el desamor a lo propio, a lo tradicional, a nuestra historia...o ¿será esto lo que busca el último ejemplo de la cultura liberal?
¿Permanecerá Coyoacán?